Perdidos entre pagodas...
Levantarse a las 4:30 de la madrugada para ver el amanecer subidos en lo alto de una pagoda es una las experiencias más maravillosas y únicas del planeta. Bagan es un paraíso para todos los sentidos, aún sin descubrir, de ahí el encanto que tiene este lugar, resulta mágico y fascinante.
Por 8$ al día, alquilamos una moto eléctrica y con un mapa en nuestras manos nos hemos ido a recorrer muchos de los lugares más sorprendentes que os podáis imaginar. Quizá ésta sea una de las mejores maneras de moverse en Bagan para poder ir de una pagoda a otra y perderte en alguno de sus rincones.
Antes de continuar contando como han sido estos dos días en Bagan, es interesante conocer bien su historia.
Según se cuenta, el nacimiento de Bagan como capital fue paralelo en el tiempo a su conversión al budismo durante el siglo XI. El rey bamar que gobernaba por aquella época, Anawratha, se vio tan impresionado por esta nueva religión que decidió encargar a los arquitectos que construyeran algo digno de Buda.
Y así fue como comenzaron a construir y a construir. Bagan reunió tantos lugares de culto que llegó a convertirse en un lugar de peregrinación para todos los fieles del Sudeste Asiático. Tras Anawratha vinieron más reyes, pero todos tuvieron en mente continuar convirtiendo Bagan en el lugar con más templos, monasterios y palacios de todo el Imperio.
Sin embargo, la ciudad de Bagan comenzó a tener cada vez menos importancia hasta el punto de alcanzar su máxima decadencia. Es probable que tras varios años de ataques y batallas por conquistar el lugar, las luchas entre las etnias san, mon y baman provocaran la pérdida de todo su poder. Durante dos siglos Bagan cayó en el abandono y fueron muchos los terremotos que la asolaron. Una gran cantidad de templos se destruyeron o fueron arrasados hasta el punto de quedar sólo sus cimientos.
Durante el siglo XIX, el paso de los británicos por estas tierras provocó de nuevo que cobrara importancia la idea de restaurar gran parte de los edificios históricos. Tras el terremoto de 1975 la Unesco decidió tomar cartas en el asunto y dedicó 15 años a su restauración. Todavía hoy, se continúa con este trabajo.
Perdernos entre los templos y subir las estrechas escaleras hasta la zona más alta de algunos de ellos produce una satisfacción increíble. Muchas veces hemos estado prácticamente los dos solos. En alguna ocasión el vigilante nos ha abierto las puertas cerradas con llave sólo para nosotros, en el silencio más absoluto y disfrutando de su magia.
La estructura de los templos se repite en todos por igual. Existen cuatro accesos diferentes, uno en cada lateral que conduce hasta su interior. En cada uno de ellos se erguía la figura de un Buda. A veces tan grande que era necesario levantar la mirada para poder llegar a ver su cara. Otras, apenas de un metro de altura. Lo que resulta increíble es que cada uno es diferente, de distintos materiales o colores. Incluso dentro de los templos, aún se pueden admirar algunos restos de pinturas originales.
Resulta una experiencia increíble conocer Bagan y sus templos, pero sin duda, la hospitalidad y amabilidad de sus gentes hacen que el viaje sea aún más entrañable.
Siempre dedicándote una sonrisa, un buen gesto, mujeres que te cogen de la mano, otras que quieren hacerse fotos contigo, la hospitalidad con la que te reciben en sus restaurantes...
Pequeños gestos que harán que nunca borre de mi memoria este lugar escondido del mundo.
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Precioso lugar!
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